Flores que en los jardines
de la inocencia
desplegáis vuestras hojas
blancas y bellas,
quieran los cielos
que jamás vuestra vida
marchite el cierzo.
Quiera Dios que por siempre
viváis dormidas
con la casta pureza
de un alma limpia,
y en dulce sueño,
cual bajasteis al mundo,
subáis al cielo.
De las notas que el alma
lleva escondidas
una quiero dejaros
por despedida;
si nunca vuelvo,
que os sirva mi canto
como un recuerdo.
Para saber más acerca de nuestra protagonista
Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)