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A la Srta. doña V.S.

 

Tú me pediste flores;

te las envío,

y aunque pobres, son flores

del huerto mío;

la una es de un día,

la otra… ¡que te recuerde

quien te la envía!

 

A principios de mayo

dijo una rosa:

«Envidian mi belleza

las más hermosas»;

llegó el estío,

y marchitas sus hojas

volando han ido.

 

«Yo soy flor sin perfume,

triste es mi vida»,

díjome en el otoño

la siempreviva.

Llegó el invierno,

pero nunca sus hojas

desaparecieron.

 

¿Qué fue de la hermosura

de aquella rosa?

¡Murió seca y marchita

como sus hojas!

¿Quedó algo de ella?

¿Ni tan solo el recuerdo

de que existiera?

 

Sin belleza ni aroma,

triste y humilde,

la pobre siempreviva

perenne vive;

y aun cuando muera

es flor, cuyo recuerdo

queda en pos de ella.

 

Adorna con la rosa

tu cabellera,

cuida que sus espinas

nunca te hieran;

ámala un día,

y al más profundo olvido

dala en seguida.

 

Oculta a las miradas

la siempreviva,

cuídala cariñosa

cual fiel amiga;

y si muriera…

que su triste recuerdo

quede en pos de ella.

 

Madrid, 1874

 

 

 


 

Para saber más acerca de nuestra protagonista

 

Rosario de Acuña. Comentarios (⇑)
Algunas notas acerca de la vida de esta ilustre librepensadora

 

 

 

Imagen de la portada del libro

 

Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)