Pueblo: conjunto imponente
de grandezas y de gloria,
que vas dejando en la historia
rastro profundo y ardiente,
con tu lema prepotente
que es «trabajar por vivir»–
se ve a los necios huir
como legión de vestigios,
y los honrados subir
por las cumbres de los siglos.
Salud ¡oh pueblo! El poder
de la vida en ti reside
y ¡ay! de aquel que no te pide;
si a más te logra ofender,
su tormento le hará ver
lo inmenso de tu grandeza;
que en ti la costumbre empieza
y en ti el derecho se muda,
y al escarnio y a la duda
los hundes con tu fiereza.
Rey serás: la humana grey
por ti en la tierra camina;
todo a tu paso se inclina,
y más fuerte que la ley,
al sentir de la rutina
el acicate iracundo,
se levanta en lo profundo
de tu mente el ideal
y arremolinas el mal
y das el progreso al mundo.
¿Y quién eres? el que vive,
el que enseña y el que escucha;
el que piensa y el que escribe;
el que trabaja, el que lucha;
el que en el alma recibe
pasión, entusiasmo, anhelo;
el que va buscando el cielo
gloria cantando a la vida;
el que nunca ve perdida
la esperanza, ni el consuelo.
Ese es el pueblo; el que alienta
huyendo de la doblez
y sin hablar de honradez,
en el alma la sustenta;
el que tiene por afrenta
deber su dicha al favor
y despreciando el honor
que presta el oro y la raza,
con el trabajo se abraza
para salir vencedor.
Ese es el pueblo; el que mira
impávido su destino,
y no le arredra el camino,
y hasta en su llanto se inspira;
el que domando la ira
se levanta justiciero,
para conquistar el fuero
que ley de razón reclama,
siendo el último en la fama
y en el morir primero.
Aunque en su vida lo vea,
hacia Dios se precipita,
y en su corazón palpita
lo que siente, lo que crea,
esa llama de la idea.
que sobre abrojos luciendo,
ve el porvenir entendiendo
delante de nuestros ojos,
que nunca ven los abrojos
para seguir la llama viendo.
Ese es el pueblo; en sus lares
crece el héroe y el poeta,
el libre, el sabio, el atleta
que vence en tierras y mares;
el que adora en los altares
del valor y de la ciencia
a la excelsa Providencia
cuya infinita bondad
esparce la libertad
sobre la humana conciencia.
Ese es el pueblo ¡Infelice
del pobre ser descreído
que se levanta engreído
y lo insulta o lo maldice!
Nada en su defensa dice,
y sufre, y consiente, y calla,
pero llega un fin y estalla
con formidable clamor,
y ¡ni el polvo del traidor
en los palenques se halla!
sobre la humana conciencia.
Soberbias y escepticismo;
envidias y vanidades;
superstición, liviandades,
y avaricias, y egoísmo;
legión de torpes maldades
hundir al pueblo en su afán,
y cuando piensa que están
las muchedumbres vencidas
ruedan ellas confundidas
y a los abismos se van.
Que el pueblo tan solo adora
lo real, lo grande, lo bello,
todo lo inmortal, aquello
que ni domina ni llora;
lo que virtud atesora
para avanzar conquistando;
lo que vive consagrando
a la justicia en la tierra;
¡todo cuanto el alma encierra
para seguir mejorando!
Y aunque en marasmo dormido
con torpezas se encadene,
así que conciencia tiene
del daño que lo han traído,
recuperando el sentido
sublime que lo aconseja,
del villano error se aleja
deshaciendo entre sus manos
a todos los que villanos
fueron causa de su queja.
¡Y surge el pueblo! ¡indomable
como el mar, como él grandioso!
sin un punto de reposo
como él; ¡como él insondable!
¡Todo a su fuerza le es dable
bajo el sol que nos alumbra!
¡él nos hundo, o nos encumbra,
y árbitro de vida y muerte
el pueblo, como el mar, vierte
de lo eterno la penumbra.
¡Santuarios que se elevan
para el acento de Dios,
sus ecos guardan los dos,
los dos su grandeza prueban;
ruedan los tiempos, se llevan
las razas y los estados,
y el mar, y el pueblo, enlazados
con el alma universal,
siguen su ruta inmortal
por los siglos consagrados!
Salud ¡oh pueblo! arrebol
de los cielos de la vida
¡esa antorcha desprendida
de entre las llamas del sol!
En el ardiente crisol
de las múltiples edades
van dejando tus bondades
la belleza y la verdad,
y por ti la eternidad
se puebla de humanidades!
Con los acentos mejores
del poético cantar,
consiguieron ensalzar
tus glorias los trovadores;
a tan mágicos primores
vaya unida mi canción;
sus pobres ecos no son
dignos de tanta grandeza,
pero tienen la nobleza
de salir del corazón.
Rosario de Acuña
Notas
(1) Poesía leída por su autora en el recital poético (⇑) que tuvo lugar en el teatro Principal de Alicante el 17 de febrero de 1886.
(2) En relación con el recital, se recomienda la lectura de los siguientes comentarios:
Para saber más acerca de nuestra protagonista
Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)