imagen de la cabecera

 

 

A una gaviota

 

Tú que cruzas las revueltas

ondas del mar

oye el eco que te manda

mi cantar.

 

Eco triste y melodioso que se pierde

en derredor

eco que del alma brota, cual un grito

de dolor.

 

Yo quisiera sobre el mundo levantar

mi pensamiento,

como allá en la mar te elevas

desplegando tu plumaje

en el viento.

 

Yo quisiera con mi alma

a través de los espacios

seguir tu vuelo,

fijando las esperanzas

que en ella moran

solo en el cielo.

 

Yo quisiera del humano no ver nunca

la maldad,

y vivir, como tú vives,

siempre libre y venturosa

en constante libertad.

 

Yo quisiera que mi cuerpo,

desprendido de la vida,

durmiese en calma,

y a la mansión de la gloria,

reina de paz y de amores,

volase el alma...

 

Pero ¡ay! que mi pensamiento

gime en cadenas,

cuyos fuertes eslabones forman

las penas.

 

Y siempre volando en torno

de la esperanza,

la dicha que él ambiciona

jamás alcanza.

 

Y contemplo tristemente

los desengaños,

que brotan con la experiencia,

con los dolores del alma,

o con los años.

 

Y va mi vida siguiendo

triste carrera,

y de romper con el cuerpo

que la aprisiona insensato

ya desespera.

 

........

 

Tú que escuchaste los cantos

que del alma se escaparon

como un suspiro,

llévalos entre tus alas

y no dejes que se pierdan

con tus giros.

 

Déjalos en las regiones

de otros mares

mas hermosos,

el aura tal vez los lleve

donde vi pasar los días

venturosos.

 

Allí morirán sin eco,

que nunca tuvo respuesta

mi canción...

¡Llévatelos y no olvides

que entre sus notas va envuelto

el corazón!

 

 

Gijón, 1874

 

 


 

Para saber más acerca de nuestra protagonista

 

Rosario de Acuña. Comentarios (⇑)
Algunas notas acerca de la vida de esta ilustre librepensadora
 
 
 
 
Imagen de la portada del libro

 

Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)