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Al señor don M.S. de A.

 

Distinguido señor:

Cierto, ciertísimo, admirable todo lo que dice en su artículo «De higiene» en El Cantábrico de hoy. La que esto escribe va haciendo cocinas en casi todas las casas que alquiló, y que por cierto quedaron en beneficio de las propietarias, que, por su estultez no saben tener casas higiénicas, pero que luego saben, lindamente, quedarse, sin abonarlas, con las mejoras de higiene que se les hace en su finca.

Fragmento de la carta publicada en El Cantábrico (24-5-1905)

Imposible vivir en equilibrio de salud y de razón, en casas con cocinas sin campana y bien acondicionada ésta para el tiro: ¿Rehacen chuletas a la parrilla? pues el salón huele a perfumes inquisitoriales, o sea, carne achicharrada (¡que escarnio llamarse salón a una estancia que huele a quemadero!) ¿Se fríen lubinas, o se cuece sopa de coliflor?, pues aquella cocina, sin campana ni tiro, tan remona, y tan de moda, y tan cochina, suelta un perfume a escabechería o manantial sulfuroso, que en el tocador de la señora parece que se ha establecido una sucursal de Pedro Botero. ¡Son bellísimamente higiénicas las tales cocinas, como admirablemente dice usted, de moda. Los señores arquitectos, que es de suponer estudien la higiene, relacionada con la construcción, deberían imponerse a la ignorancia e incultura de los propietarios, haciendo cocinas higiénicas, con campana amplia y tiro bien establecido, porque, aunque las llamadas económicas, de carbón mineral, tienen el tiro por tubería dentro de la pared, primero, ninguna tiene un cierre tan perfecto que no deje pasar el tufo del carbón; y luego, quedan sin salida ninguna los vahos, los olores, los miasmas de las viandas asadas, fritas o guisadas, mas el olor del fregadero, y el especialísimo del retrete, que rara es la cocina que no tiene al ladito del fogón; y todos estos perfumes, allá van, a esparcirse por todas las habitaciones de la vivienda, enrareciendo y envenenando el aire… ¡Mejor es casi vivir en una gruta de piedra a estilo de troglodita que en las casas que la moda fabrica para uso de los ciudadanos! ¡y así andan ellos de lucidos, respecto a salud! En cuanto a las enfermedades que, como dice usted muy bien, producen tales modos de vivir son incalculables; el proceso es facilísimo de seguir. Las mucosas de la boca y de la nariz, al recibir aquella capa, no por invisible menos llena de espesuras acres, quemantes e impuras, se ponen tumefactas, se defiende, congestionándose pasivamente, de la invasión que las acomete; y como la piel interna, o sea mucosa, es un tejido que sin solución de continuidad, y empapado en humedad mucilagosa, reviste todos los contornos de nuestras vísceras, con la rapidez del rayo pasa la tumefacción, o congestión de boca y nariz a la mucosa de la laringe y de la faringe; por la primera entra en la tráquea, e invade la pleura, llevando al pulmón un aire mal tamizado, por unas mucosas que, ya saturadas de corpúsculos, no hacen bien su principal función de coladores de impurezas; y por la faringe, y el esófago, se corre la congestión al estómago, hígado e intestino y ya están los dos aparatos receptores de la nutrición vital (el aire y la alimentación) perfectamente dispuestos, por su estado de congestión pasiva, para recibir toda clase de microbios patógenos; el de la tuberculosis, el del cáncer, el del trancazo, el de la sífilis (por las mucosas de la boca y de la nariz suele entrar esta última enfermedad hasta en los tiernos y sanos niños de cinco años) que luego irán destrozando pulmón, estómago, hígado, riñones, sangre y vida… ¡he aquí como de la cocina higiénica depende la existencia de toda una familia! En cuanto al estado catarral, casi continuo o crónico, en que viven todo el invierno la mayoría de los ciudadanos, no reconoce otra causa que el estado tumefacto de las mucosas, en tesitura constante de inflamarse al contacto de un cambio de temperatura brusca.

Siga, siga usted, señor, en la campaña emprendida, pues dada la ignorancia y estultez de la mayoría, es preciso estar en el yunque, machacando, ínterin las manos tengan fuerza para sostener el martillo. Las cocinas sin campana y tiro de humos, son una de las causas principales de la tuberculosis en las ciudades de esta Montaña, cuya naturaleza brinda salud y cuyos naturales se empeñan en hacerla inhabitable… ¡Ah! ¡se me olvidaba!; las fuentes de casi todas las aldeas siguen, sin novedad, de la misma manera, siendo piloncillos al descubierto donde se lavan los inmundos cacharros de las cocinas rurales…

Rosario de ACUÑA

Bezana 22 de mayo

 

 


 

Para saber más acerca de nuestra protagonista

 

Rosario de Acuña. Comentarios (⇑)
Algunas notas acerca de la vida de esta ilustre librepensadora
 
 
 
 
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Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)