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Sr. D. Matías Suárez Fierro

Recibo la petición de usted para que les dedique algunas palabras en la fiesta que van a celebrar.

Siempre que me dirijo a los obreros tengo que repetir las mismas ideas. No puedo menos de hacerlo así, pues creo firmemente que la principal labor de ustedes es hacer superiores en todo a la clase burguesa. ¿Cómo se podrá hacer la sociedad del porvenir si los encargados de prepararla son iguales a los que forman la sociedad presente?

La burguesía está podrida. Los siete abismos que se abren ante la vida del hombre y que las religiones positivas han simbolizado en siete pecados o en siete demonios, se apoderaron de la clase burguesa y la desmenuzan en gangrena corrosiva. La soberbia, al avaricia, la lujuria, la envidia, la pereza… todos estos antros donde la personalidad humana pierde la patina de su divino origen están rellenos de hombres y mujeres de la burguesía, y, además de estos demonios, tienen en su entraña otros dos: la vanidad y la hipocresía.

Pues bien: a su pudrición hay que responder con nuestra purificación; es menester no ser soberbios, ni avarientos, ni lascivos, ni gandules, ni embusteros, ni vanos…

Es preciso huir del alcohol, la gula del proletariado, como del más abominable demonio. Es preciso que así como el crapuloso, sensual e indolente mundo romano se derrumbó ante el soplo de austeridad, sencillez y laboriosidad que surgía de las catacumbas cristianas, así ante este mundo social deshecho por los vicios, concupiscencias e iniquidades, se desmorone y hunda para siempre al impulso de nuestra austeridad y de nuestras generosidades.

Porque, amigos míos, el caso del porvenir no está en ser socialistas, ni anarquistas, ni burgueses, ni aristócratas, ni ricos, ni pobres, ni religiosos, ni ateos, el caso del porvenir está en ser hombres y mujeres buenos… Y no creáis que esta palabra está vacía de sentido; eso lo dice y lo extiende el jesuitismo, que ha infiltrado en la sociedad el sofisma venenoso de que no hay ni bien ni mal, para poder él reinar sobre el mal y sobre el bien. Lo bueno es lo sano, lo activo, lo consciente, lo generoso, lo sencillo, lo útil para la felicidad ajena antes que para la propia.

Lo bueno es una vida saludable, alegre y pura, sin afán de ambiciones vanidosas. Lo bueno es saludar todos los días a la luz diciendo hoy voy a ser mejor que ayer. Y para esto, cuidad de vuestros pensamientos, de vuestras palabras y de vuestros actos. Que todas las horas de vuestra vida sean aprovechadas y no se pierda ni una sola en la carrera loca de los vicios. Sed perfectos como el alto ideal que de sí mismo tiene todo hombre cuando no pone en su pensamiento las satisfacciones de los sensualismos egoístas.

Así, solo así, haciéndoos superiores en todo a la burguesía, llegará un tiempo en que la sustituiréis en el gobierno del mundo; porque el porvenir no es de la fuerza ni de la riqueza, ni siquiera del derecho: el porvenir es de la bondad, de la sabiduría y de la abnegación… Porque siendo la ley del Progreso de selección y de encauce hacia la felicidad, no se puede ni seleccionar, ni encauzar, ni hallar la felicidad retrocediendo hacia los brutos y hacia los dañados.

Con vosotros está el mañana, y por vosotros ha de ser traído el mañana. ¡Ay de vosotros y del mañana si en vez de ir a por él con el alma llena de amor y salud lo buscáis llenos de odio y podredumbre!

Tenéis que salvar la humanidad futura yendo delante de ella como ejemplo vivo de virtudes.

A vuestras compañeras, que tan admirablemente secundan vuestro esfuerzo, ayudándoos para hacer más fraternales vuestras fiestas, decidles que estoy con todas ellas, que a todas las deseo emancipadas de los fanatismos de las religiones positivas, único modo de que sean dignas de figurar en las filas del proletariado.

Os quiere y os saluda vuestra amiga

Rosario de Acuña y Villanueva

 

 


 

Para saber más acerca de nuestra protagonista

 

Rosario de Acuña. Comentarios (⇑)
Algunas notas acerca de la vida de esta ilustre librepensadora
 
 
 
 
Imagen de la portada del libro

 

Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)