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Señor don Emilio Zola

 

Ilustre señor:

Cuando el alma pensadora contempla esta sociedad embrutecida por el egoísmo y ebria de sensualidades, el marasmo estéril de las grandes tristezas se extiende sobre todas sus actividades tornándola hacia la negación y el pesimismo. Si en tales momentos de estupor improductivo una personalidad como la vuestra, rodeada de todos los prestigios de un excelso genio, acomete la heroica empresa de reivindicar para los débiles y opresos el derecho de la justicia, no hay alma en el dolor sumida que no se levante con vibraciones de esperanza hacia un horizonte de luz espléndida, en el cual sea posible el reinado de la verdad. Toda alma, por muy anegada que esté en la desesperación, alzará hoy el laurel de la inmortalidad para tejer sobre vuestra frente de honrado y de sincero, la corona inmarcesible que se gana elevando sobre las sensualidades los fueros de la razón, asentando sobre los egoísmos las radiaciones de la piedad.

Fragmento de la carta publicada en La Campaña

La grandeza moral de vuestro acto, considerado fuera de toda parcialidad, ha colocado vuestra existencia en el Tabor luminoso a donde solo ascienden los grandes redentores de la humanidad. Por vuestra acción sublime de generoso y sacrificado, todos  los espíritus que no enfangaron su conciencia en el letal epicureísmo se vuelven hoy hacia la aurora de un porvenir lleno de promesas de felicidad, y la rama vigorosa del árbol humano, el núcleo de seres no podridos aún por la atmósfera del pantano social en que todos nutrimos la vida,  siente circular por sus entrañas savia de regeneradora florescencia al contemplaros erguido sobre la pirámide de vuestras obras, clamando con abrumadora elocuencia por conseguir el triunfo de la verdad.

Faltaba a esa grandiosa trilogía Lourdes-Roma-París, cuya síntesis demuestra teóricamente todo cuanto la razón humana puede concebir de noble y de justo, el acto tangible de colocaros voluntariamente en las aras del sacrificio, ofreciendo a las iras de los espíritus ruines, tan magistralmente descubiertos por vuestro talento, los bienes que pueden hacer dichosa la vida del honrado, y las grandezas que hacen feliz la grandeza del genio. ¡Todo lo habéis dado, ilustre señor! Y cuando el alma se reserva para sí misma, cuando, consecuente a la ley de su naturaleza se sumerge íntegra y voluntaria en el raudal de altruismos que va abriendo paso –a través de los siglos– al espíritu racional de la humanidad, se conquista –aunque el martirio deshaga el cuerpo– el derecho de elevarse sobre las razas y las civilizaciones, la soberana potestad de arrastrar en pos de sí las fuerzas vivas de las conciencias sinceras, sirviéndolas de luminoso y salvador faro en las negruras de las épocas que fundan sus cimientos en cienos de iniquidades.

A vuestro lado tiene, no lo dude, lo sano y viril que sobrenada en esta corriente social cada vez más hundida en el cauce de las corrupciones. A vuestro lado se hallan  cuantos fijan la postrera esperanza en el lejano porvenir. Y en el lugar más humilde, como en el más suntuoso palacio; lo mismo entre las razas del frío norte, que entre las alegres muchedumbres del mediodía; allí donde viva un corazón honrado y un cerebro que piense, allí estará hoy escrito vuestro nombre ilustre, rodeado con limbos de gloria a través de cuyos resplandores sentirán las almas la intuición de la posible ventura humana.

En estos momentos de prueba que estará pasando vuestro corazón, sirvan las adhesiones de los espíritus íntegros de suave ambiente de paz en medio de la lucha que ha emprendido, y sea mi pobre homenaje de respeto y admiración modesta hoja de laurel que manda al genio y a la santidad la más desconocida de las escritoras españolas.

 

Rosario de Acuña

Madrid, 14 de febrero de 1898

 

 

Notas

(1) Luis Bonafoux, responsable del semanario, antepuso al texto de la carta el siguiente titular:  «Zola ante la mujer española»

(2) Acerca de la relación con Bonafoux, por un lado,  y del contenido de esta carta, por otro,  se recomienda la lectura de los siguientes comentarios:

 

Alfred Dreyfus (1885) (Biblioteca Nacional y Universitaria de Estrasburgo) 218. A propósito de Dreyfus
Aunque no sería esta la primera vez que un escrito suyo termina en una carpeta o en un cajón, cabe pensar –y parece lo más probable– que cuando escribió aquellas líneas dirigidas al «señor don Emilio Zola» ya sabía que el destino de esta carta...

 

 

 

 

Fotografía de Bonafoux publicada en 1931142. La víbora de Asnieres 
Así era conocido Luis Bonafoux, por lo afilado y mortífero de su pluma y también por la localidad cercana a París donde residió durante un tiempo, cuando era corresponsal del diario Heraldo de Madrid. Dos características...

 

 

 

 


 

Para saber más acerca de nuestra protagonista

 

Rosario de Acuña. Comentarios (⇑)
Algunas notas acerca de la vida de esta ilustre librepensadora
 
 
 
 
Imagen de la portada del libro

 

Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)