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Carta al director de El Noroeste (1)

 

Distinguido amigo:

Tenga usted la bondad de hacer público lo que a continuación se expresa:

A pesar de haber elegido para mi humilde hogar el más pelado cerro que encontré en toda la costa cantábrica, cansada ya de sufrir la solapada, villana y cruel persecución, de toda laya de neos machos, hembras y neutros, que me han ido acosando, como jauría de vestiglos, en todos los sitios donde intentaba fijar mi residencia...y véase de qué modo: unas veces embaucando a los propietarios de las fincas que alquilaba para que me echasen; otras arrasando caminos u obras de utilidad pública, si la finca era de mi propiedad; extendiendo otras veces, entre los proveedores, toda clase de suposiciones de desconfianza y menosprecio; comprando con dinero o  promesas de protección a mis servidores, viejos o jóvenes, hasta convertirlos de fieles en traidores, de leales en enemigos; acosando, en ocasiones, a mis seres más queridos, con invitaciones a toda clase de vicios y felonías, para llevar hasta el mismo rincón de mi llar la desconfianza, el odio y la inquina...

A pesar, como digo, de haberme venido a este Cervigón deseosa de morir en tierra española (la más española que hay es Asturias) alzando a plena luz mi casa, frente a frente al estado mayor de la falange católica que son los jesuitas, para que no habiendo sombra alrededor mío, les fuera más difícil vomitar las calumnias, gruñir las injurias y amasar el cieno de las traiciones menudas, en las cuales los negros, los de la hondura, los petrificados, los de las regiones inferiores en que los siete pecados capitales tienen sus nidos, son tan habilísimos... A pesar de haberme encerrado en un aislamiento casi absoluto, y haber suprimido toda servidumbre, materia explotable para el enemigo, dado el espantoso salvajismo de nuestra masa popular....

A pesar de todo esto, hoy me veo acosada a pedradas... Véase el caso y que las huestes liberales de Asturias sepan... (¡Es preciso que lo sepan, porque cuarenta  años que llevo sufriendo todo género de martirios, siquiera que tengan la compensación de ser conocidos!) Las huestes liberales de Asturias es preciso que sepan todas las artes bajas, rastreras, solapadas, de zapa y mina que se usan conmigo, o para hacerme salir de España, o para hacerme salir de la Tierra ¡conmigo que en realidad no soy más que una pobre alondra, cuyo símbolo tomé hace mucho tiempo, enamorada de la Libertad, que es Sol del alma, al cual hay que amar y cantar, aunque no se le vea más que por un agujerito estrecho y hondo!

He aquí lo sucedido: Se han puesto a abrir una cantera, en los mismos umbrales de mi finca; ¿quiénes?, dos pobres obreros, uno viejo y otro joven, de esos desperdigados de toda asociación cultural, que son los más aptos para servir de instrumento a los escuadrones negros; la cantera pertenece a unos aldeanos semicolonos, semipropietarios, que tienen su caserío en las cercanías del Cervigón, y en cuya casa hay oratorio, según voz pública; en cuya casa toman leche por ser asiduos visitantes de ella, los jesuitas, bien parejas, según su regla de espionaje perpetuo les ordena, bien con el escuadrón de chiquillos que les entregan, lo mismo las familias de los republicanos, que las de los liberales y conservadores. Todas las tardes hay parada de estos asociados para la regresión al ímpace del fanatismo y del odio de la juventud española, en este caserío de sus congéneres campesinos, no sin que antes, el escuadrón estudiantil, dé la vuelta a mi finca tirando cantos por lo alto de las tapias, achuchando a los perros con palos, y entonando un concierto de silbidos, elocuentísimos de la selecta educación de los alumnos, ejercicios que les sirven para encontrar luego más apacible el descanso en el caserío de sus secuaces laicos...

Pues bien; esta cantera que tiene estos antecedentes lanza en cada barreno piedras sobre el tejado de mi casa de tres, cuatro, cinco y seis kilos (pesadas) me han estropeado varias gallinas con los chinazos que se desprenden de tales proyectiles, han roto varias tejas, han roto cristales, y han sembrado toda la finca de guijarros; se les habló a los obreros canteros, pidiéndoles evitaran estos daños; ellos se sonríen y siguen tirando barrenos y piedras sobre mi casa y finca, y dicen que, mientras no pasen de cuarenta metros de distancia hasta la casa, que es lo que dice la ley (2), ellos no pueden hacer nada. Se les ve, psicológicamente hablando, que tienen bien apoyada la espalda en el conciliábulo que forma la muy católica, apostólica, romana familia del caserío, cuyos miembros, sobre todo los femeninos, se persignan devotamente cuando me ve, buscándome por debajo de las faldas las patas garrudas y la cola peluda…familia dueña de la cantera.

El otro día fue tan colosal la lluvia de piedras que cayó sobre el tejado de mi casa, que, de motu proprio suspendieron los canteros el trabajo; han dejado pasar tres días sin explotar la obra, y hoy vuelven a lo mismo sin duda porque les ha venido la consigna de que aprieten sin miedo.

No puedo salir de mi casa habitación, porque todo el día las piedras llueven sobre la finca, y un bloque de cinco kilos cayendo de quince o veinte metros de altura, es una granada del cuarenta y dos… Se ha hecho una denuncia al señor alcalde; hoy se va a hacer otra al juzgado; pero… dada la religiosidad del hisopo, escapulario, rosario y cirios de la Casa de vacas de los padres jesuitas, me temo mucho que ni alcalde, ni juez, sean capaces de librarme de que me abran la cabeza o me rompan el esternón con la mayor pulcritud y el mejor aroma de incienso.

Sepa la hueste liberal de Asturias que así como a Zola un inocente fumista le tapó la chimenea de su cuarto, con lo que, casualmente, quedó asfixiado el inmortal autor de Roma, a mí, unos inocentes canteros, secundados por unos piadosísimos, e inocentes también, aldeanos, me pueden casualmente lapidar.

Deseando vivamente que la actuación de Melquíades Álvarez en Asturias sirva para manumitir la más hermosa región de España, rayéndole la sarna del odio, de la brutalidad y del fanatismo, y permitiéndonos a las alondras, cantar sin miedo a los buitres de sotanas, de levita o de alpargatas: les testifico por la presente, mi situación en artículo mortis, asegurándoles que el último pío que dé mi garganta, jamás enronquecida cuando mira hacia la luz, será como el eco de una carcajada homérica, al ver que a pesar de todos los esfuerzos de la Iglesia; a pesar de que está poniendo toda su carne en el asador; a pesar de recurrir ya al exterminio de pobres pájaros, como yo, que es en realidad la última borrachera del odio, Ella se hunde, ¡se hunde!, ¡¡inapelablemente!!, como se hundió la religión hindú, la caldea, la egipcia y la griega, como se hunde todo lo que se cristaliza, se petrifica, se embrutece, se envicia y se disgrega…

¡Hosanna en las alturas al albor del racionalismo Humano, que está arraigando en los campos de batalla, regado por la sangre de los hombres, iluminado por los destellos del heroísmo y calentado con los efluvios de las abnegaciones!

¡Viva la libertad hasta nuestro último instante, después de pasar nosotros, vivirá aún mejor!

Rosario de Acuña y Villanueva

Gijón (El Cervigón), febrero de 1916

 

 

Notas

(1) La carta fue publicada con el siguiente título: «Barbarie y fanatismo. Una carta de Rosario de Acuña»

(2) ¿Qué ley es esta que no ha previsto que unos bárbaros, o unos malvados, puedan impunemente apedrear una  morada? (nota de la autora).

 


 

Para saber más acerca de nuestra protagonista

 

Rosario de Acuña. Comentarios (⇑)
Algunas notas acerca de la vida de esta ilustre librepensadora
 
 
 
 
Imagen de la portada del libro

 

Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)