imagen de la cabecera

 

 

La revolución blanca

 

Fue realizada en la Semana Roja. ¿Qué paradoja es esta? ¿Una de tantas como constituyen la tribu de España?

Ocho días de horrores, de martirios, de sufrimientos. Días de correr sangre humana por ciudades y campos, y ocho días de respetuosísima pasividad, tranquilidad, ecuanimidad. Al mismo tiempo, desde arriba bajando el insulto, el escarnio, el palo, la pateadura y el tiro; y, desde abajo, sufriendo la inercia, la paciencia, la corrección, el achicamiento... Así pudo realizarse simultáneamente de la revolución blanca y la Semana Roja. ¿Qué más blancura que toda la serie de leyes liberales, progresivas, EMANCIPADORAS, que han ido saliendo a la luz, engendradas en aquellos días enrojecidos?...

He aquí lo que me ocurre siempre que recuerdo la Semana Roja.

En cuanto a nuestras mujeres del lado izquierdo, de las avanzadas diría yo: allí que ellas se determinen a ser personas, marcharán todos los asuntos perfectamente, y ¡cuidado con que esperen a serlo cuando se lo permitan sus hombres, porque... va para rato!

Todavía estas mujeres, aun más que las de zaga o del lado derecho, están entregadas a dos poderes: el del cura y el del macho, poder que en España nos atavía aún a la entrada de la cueva, no desatándonos más que para unirnos al arado o procrear en nosotras la especie (gracias que la hembra pone casi todo en la especie, que si no ¡dónde iría a parar esta!), sobre el estiércol de la cochiquera. De tal modo ha ido ensuciándose y barbarizándose la herencia árabe-hispana que ha perdido lo que, en su origen, era espiritualidad amorosa y cortesanía elegante, adquiriendo, en cambio, agresividad feroz y desprecio insultante. De las mujeres del pueblo, que son las que aguantan las bestialidades de toda clase de machos, ha de surgir el núcleo de las rebeldes, e ínterin ellas primero y todas después no se rebelen en todos los órdenes de la vida moral y social de España, seguirán haciéndose revoluciones blancas.

Esto es todo cuanto, brevemente, como me lo pide el señor Núñez, puedo decir de la Semana Roja. (1)

Rosario de Acuña y Villanueva

Gijón, 10 de agosto de 1918

                                                                                                                                                                                                            

 

Notas

(1) Ni la datación del escrito ni la mención al señor Núñez aparece en la edición de El Ideal.

(2) En relación con el contenido de este escrito se recomienda la lectura del siguiente comentario:

 
Rafael Monleón y Torres: Un naufragio en las costas de Asturias (1875), Museo del Prado 248. Una vieja luchadora en la Huelga del Diecisiete
Dirigiéndose «particularmente a las izquierdas de Asturias», les impele a «ponerse en pie y, con mesura y firmeza, avanzar sin vacilaciones […] e ir serenamente a la brecha, con la bandera en alto». Aquellas palabras no pudieron pasar inadvertidas...

 

 

 

 


 

Para saber más acerca de nuestra protagonista

 

Rosario de Acuña. Comentarios (⇑)
Algunas notas acerca de la vida de esta ilustre librepensadora

 

 

 

Imagen de la portada del libro

 

Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)