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La hora suprema

 

Torres, 15. La beatería de esta población ha hecho una de las suyas que ha tenido por consecuencia la separación de un matrimonio.

La esposa de Miguel Lorite Martínez dio a luz, ha pocos días, una hija. El padre, consecuentemente con sus ideas, decidió inscribirla en el Registro civil prescindiendo de todo bautismo religioso. El clericalismo, aprovechando la ausencia de nuestro compañero Lorite, se puso de acuerdo con la madre y bautizó a la niña...

Enterado nuestro compañero del ultraje que se le había inferido, se separó de su esposa.

(De El Socialista)

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Enferma, no de cuidado (¡para el único ser que de mí cuida!), pero sí muy agotada ya por muchos años de trabajos físicos y morales que sobre mí cayeron, apenas si me ocupo de lo que por afuera pasa, pues tengo que ir pensando en alejarme definitivamente de las pobres luchas humanas, en donde toda alma va, poco a poco, desatándose de los frágiles lazos que a este combatir de fieras la sujetan, mientras las formas de nuestra malaventurada especie la revisten…

Lejos, por tanto de la bulla que meten los hombres, como, sin embargo, aún estoy viva y conservo íntegra mi característica, no puedo menos de ocuparme del combate entablado en la hora presente entre la reacción y la libertad, en todos los órdenes de la vida, y al leer el suelto que precede no he podido menos de estremecerme de espanto por la obra a la cual consagré cuarenta años de mi vida…¡Como si todavía me importara algo, con un pie ya en el estribo de más alto vivir, el ancestralismo de esta sociedad española, tan bien hallada en su sopor de cretina!

¡No les parece (y hablo más particularmente a las izquierdas de Asturias, región donde voluntariamente  me  vine a terminar mi vida, creyendo que en ella las huestes de la libertad formaban un apretado haz de consecuentes, austeros y resueltos en el campo del racionalismo…), no les parece que es hora ya de ponerse en pie y, con mesura y firmeza, avanzar sin vacilaciones, conservando en la actuación las particularidades de cada grupo (que es lo secundario para el gran ideal de la libertad) e ir serenamente a la brecha, con la bandera en alto, como corresponde a quien piensa que el porvenir es libertad y no tiranía, que la verdad es luz sobre toda la Humanidad y no sobre una parte de Ella, y que el futuro de España no está en los conventos, en las sacristías ni en los beaterios, sino en los anchos caminos de las ciencias, de la razón y de la fraternidad.

Yo que no soy «-ista» de ninguna clase, porque toda secta, sea política, religiosa, social, científica o filosófica entra de lleno en los cauces de la patología cuando se inspiran los que la conforman en las bajas pasiones de la envidia, la sensualidad y el odio, los hermanos menores del egoísmo, que es el instinto de animalidad de que tiene que ir liberándose la especie humana. Yo que a nadie, ni a nada rindo la integridad de mi razón, perfectamente orientada hacia la fraternidad, por encima de todo vestigio animal y de toda patológica sensualidad, tengo clavada sobre mi espíritu, con regatón de acero, la enseña de la emancipación consciente de todo dogma de religión positiva.

Todas las religiones son para mí respetables; a todas las estudié en sus códigos matrices; en mi biblioteca, anotada por mí, tengo la obra filosófica, teológica del sabio y hábil fray Ceferino González; en todas ellas, a través de los mitos y símbolos que las envuelven se halla un sublime espíritu de VERDAD, que viene siendo, informándolas a todas, el faro-guiador, el átomo-impulsor de la grandeza de la evolución de la especie, afirmando su estructura perfectiva a través de las miríadas de siglos que cuenta la Humanidad en el planeta. Ellas (las religiones), tienen un aliento soberanamente divino que las vivifica, las conserva, las hace impulsadotas del progreso, y que se condensa en estas solas palabras: AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS. Aforismo, máxima, precepto y esencia de todas, absolutamente todas las grandes religiones de la Humanidad, desde los primeros días de su racionalización (y antes de disgregarse en sectas, que es el primer síntoma del desmoronamiento de todas).

 Todas ellas han iniciado en la vida un avance, mientras han conservado puro, vivo, sin anquilosamientos dogmáticos este venero del Manantial celeste que fluye, a través del espíritu humano en todas las razas, con ímpetu de ascensión hacia los más altos perfeccionamientos. Todas ellas, cuando contaminadas por los instintos atávicos, han pretendido imponer sobre esta inmanente verdad (AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS) otras fantásticas, evolutivas y transformables verdades, han descendido de las cumbres guiadoras para caer, al fin, al peso de los siglos, convertidas en polvo, con las civilizaciones y los pueblos que no quisieron o no supieron volver los ojos a horizontes más limpiamente bañados por el puro Sol de aquella VERDAD prístina de la fraternidad humana.

España está ciegamente abrazada a todas las eventuales, fantásticas y transformables verdades que obscurecen la Divina Verdad del amor fraternal. Nosotros, los emancipados de un ayer que se desmorona gastado por la fuerza de sus errores, no sentimos para este ayer ni odio ni deseo de aniquilamiento, al menos por mi parte lo aseguro; ¡nada hay más admirable y digno de conservación que una ruina secular!; mas si queremos fervientemente que el tenebroso pasado de fanatismos insanos y crueles sea despojado de todos los poderes dictatoriales que aún conserva y con los cuales estrangula y asfixia la evolución ascendente de nuestra raza, es necesario que nuestras leyes queden sin el peso muerto de toda clase de convencionalismos religiosos (como sucede en el admirado Portugal), de tal manera que podamos todos los hijos del solar español vivir fraternalmente pensando, creyendo y manifestando nuestros pensamientos y creencias, cada uno como quiera y según los tenga por mejores y más aptos para cumplir su PRIMER DEBER DE FRATERNIDAD; viviendo sin que el miedo al castigo imponga la hipocresía y sin que el castigo corporal o moral nos aniquile…¡Ay! El castigo moral que cae sobre todos los librepensadores españoles es de tal manera intenso y refinado, que puedo asegurar que vivir en España sin profesar, o aparentar profesar la religión oficial es vivir en un verdadero infierno de dolores morales…

Concretando: ¿hasta cuándo las menudas pasiones partidistas, los estrechos rencores personales, las pobres ansias de portadores de banderas van a tener arrollada en nuestras manos la gran enseña de la LIBERTAD DE CONCIENCIA? ¿No será hora ya de desplegarla valerosamente y agruparse bajo su augusta sombra, esa sombra de bendición, que da lozanía a las ciencias, a las artes, a la filosofía, a la razón y al sentimiento? En esta HORA SUPREMA para España el frío de la agonía va subiendo por sus extremidades hasta el mismo corazón, y dos espíritus angélicos –Todo es DIVINO en el Universo– hacen la guarda en su lecho de muerte: uno está bañado de luz cenita; en su rostro están trazadas las sonrisas del porvenir, de la esperanza de la vida ancha y feliz. El otro espíritu velador, encaperuzado por la tristeza y el cansancio, señala la obscura senda del anonadamiento total, cuando, dormida la patria para siempre, bajo las arcadas de las catedrales góticas, no escuche, en el sueño de muerte otros cantos que los anatemas del Dies irae.

¿No es hora ya de reaccionar contra la muerte?¿No es hora ya de que los que ansían vivir se recojan en una fuerte mesnada y, CLAMOROSAMENTE, ENTUSIASTAMENTE, FERVOROSAMENTE, pidan, o EXIJAN ser tomados en cuenta en la vida de la Humanidad?

 Para mí nada pido ni quiero, pues todo lo hice ya y viví toda la vida de este hondo y oscuro valle: mi obra toca a su fin, y para realizarla no puse mi corazón al diapasón del odio, de la envidia, ni de la vanidad… ¡mas vean los demás si para ellos y sus descendencia llegó la hora de vivir, porque la cuestión es de VIDA o MUERTE!

Rosario de Acuña y Villanueva

1917

 

 

Nota

En relación con el contenido de este escrito se recomienda la lectura del siguiente comentario:

 
Rafael Monleón y Torres: Un naufragio en las costas de Asturias (1875), Museo del Prado 248. Una vieja luchadora en la Huelga del Diecisiete
Dirigiéndose «particularmente a las izquierdas de Asturias», les impele a «ponerse en pie y, con mesura y firmeza, avanzar sin vacilaciones […] e ir serenamente a la brecha, con la bandera en alto». Aquellas palabras no pudieron pasar inadvertidas...

 

 

 

 

 


 

Para saber más acerca de nuestra protagonista

 

Rosario de Acuña. Comentarios (⇑)
Algunas notas acerca de la vida de esta ilustre librepensadora
 
 
 
 
Imagen de la portada del libro

 

Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)