imagen de la cabecera

 

 

El Primero de Mayo

 

El mundo del mañana se elabora entre las masas obreras. En ellas están todas las esperanzas de justicia y fraternidad. La sociedad que traen es el último jalón que ha de servir a la especie racional para desprenderse de su edad infantil. Después del «Estado Económico» surgirá la gran aurora de la virilidad humana; el día supremo en el cual la razón de la Humanidad, adulta ya, no necesitará mentor ninguno para brillar, con luz inmortal, sobre las ruinas de todas las leyes, de todas las religiones, de todos los organismos metodizados, de todas las costumbres que tengan por origen lo insincero... ¡Día utópico en medio de los siglos que nos rodean, pero día de la realidad cuando el planeta, enlazando por la ciencia sus razas y sus pueblos, engendre las generaciones del hombre racional!

Trabajemos, trabajemos todos por llegar al Socialismo, última jornada que nos dejará al pie de la gran cumbre de gloria para nuestros descendientes, cuando el individuo feliz en medio de una libertad incondicional se reconozca solidario de la Naturaleza y, obrando acorde con ella y por ella, no necesite para realizar el fin de su vida más norte que cumplir sus preceptos sublimes ¡Cuántas lágrimas, cuánto dolor, qué río de dolores pasará por la superficie terrenal antes que el conato de racionalismo que palpita en nuestras multitudes se nutra y se conforme en núcleo potente e irresistible! Todavía la Humanidad se aferra al mundo de las leyendas; todavía palpita miedosa y egoísta volviendo la espalda a todas las hermosuras de la sincera Naturaleza, para encenagarse en los vicios y en los crímenes de los mundos ficticios que inventó cuando balbuceaba su razón. Todavía las tinieblas nos rodean por todas partes y se necesitan acumular, con paciente trabajo, fuerzas inmedibles para volver el rostro al oriente rosado.

¡Trabajad, obreros! ¡Sólo entre vosotros se vislumbran las esperanzas de la justicia y de la fraternidad...! Mas no olvidéis ninguno que sólo con los fuertes marcha la Humanidad. ¿Y sabéis cuáles son los fuertes? Los sanos. ¿Y sabéis cuáles son los sanos? Los sobrios, los castos, los virtuosos... ¡Ah! El enemigo vuestro, el enemigo de toda la especie, está entre vosotros, os roe las entrañas, ata con cadenas de bronce las ruedas del carro del Progreso, y lo clava inmóvil en mitad del camino, donde lo asaltan las rutinas, las religiones, las costumbres. ¡En vano todos os afanáis por arrancarle del atolladero; lleváis a vuestros labios la copa del veneno que afloja vuestros músculos, que hace supurar vuestras vísceras, que lleva a vuestros cerebros el miasma deletéreo que los embrutece, que los animaliza...!

¡El alcohol y la taberna! He ahí las cadenas que tiran hacia atrás del Socialismo. El día en que con mano de hierro matéis esos monstruos que os envilecen podréis celebrar un Primero de Mayo con todos los esplendores de un amanecer sin celajes.

¡Trabajemos para que triunfe la Humanidad!

 

Rosario de Acuña 

Madrid, abril de 1900

 

 

 

Nota. Se recomienda la lectura del siguiente comentario, relacionado con el contenido de este escrito:

«El Primero de Mayo de 1916», publicado en El Socialista del día siguiente 266. La marea y el Primero de Mayo
Para que nadie se llamara a engaño, lo dejó muy claro en un escrito publicado en Heraldo de París: «Oye tú, obrero; no soy de tu clase; vengo de muy alto...». Por aquel entonces residía en la localidad cántabra de Cueto y era una avicultora dedicada por entero a sus patos y gallinas. Aunque vivía de su trabajo...
 
 

 

 


 

Para saber más acerca de nuestra protagonista

 

Rosario de Acuña. Comentarios (⇑)
Algunas notas acerca de la vida de esta ilustre librepensadora

 

 

 

Imagen de la portada del libro

 

Rosario de Acuña y Villanueva. Una heterodoxa en la España del Concordato (⇑)